jordi guillumet mònica roselló
HORTICULTURA FÍSICA
1994
Es evidente que los condicionamientos previos, genéticos o culturales, determinan activamente, de una u otra forma, la percepción de lo que nos rodea. La mirada humana no es neutra ni inocente, sino que precisamente lo que la caracteriza es la capacidad de responder a los estímulos exteriores, creando sus propias estructuras y sistemas. En este doble proceso, de hacer inteligible el mundo y de llenarlo de connotaciones añadidas, el ser humano hace suyo el mundo material. Esta dinámica de proyección de lo humano sobre los objetos se arraiga en la racionalidad, de tal modo que se mide, se asimila a formas geométricas o se clasifica en sistemas lógicos. Paralelamente, se establece otro proceso, autónomo al anterior, originado en el subconsciente, y que actúa con sugerencias más propias de lo irracional. La obra de Jordi Guillumet se sitúa en esta segunda esfera, la que trabaja con conexiones no lógicas -aunque puedan ser explícitas-, y que identifica la anatomía humana con verduras, hortalizas o frutas. En este caso el fenómeno de proyección formal es manifiesto, ya que se trata de un pepino-falo, en el que la detallada precisión fotográfica nos permite una identificación cristalina: la gran forma fálica tiene la textura del pepino. Aquí, el artista ha preparado una trampa iconográfica basada en una imagen doble. El pepino ha sido convertido en falo, sin perder, sin embargo, lo que le caracteriza e identifica como vegetal, y pone al descubierto su carácter de simulacro. De alguna manera el signo reniega de su significado, y nos remite a su naturaleza inicial, negando la apariencia. Al mismo tiempo se convierte en una afirmación de la presencia del ser humano en el mundo de los objetos.
Miquel Bardagil
Del catálogo “La febre de l’àngel”. Patronat Municipal de Cultura. Mataró, 1995.
