El Museo de Historia de la Ciudad es el que sufre más claramente una manipulación de sus fondos a manos de J. Guillumet. Por medio de unos fotomontajes atrevidos -en alguno de los cuales las obras originales deben convivir con elementos incorporados por el fotógrafo- distorsiona irónicamente lo que antes de su intervención parecía intocable. Las figuras pétreas ahora se envuelven con sus propios trajes, se disputan los lugares privilegiados de una tribuna imaginaria o se reducen a simple motivo decorativo de una heráldica desconocida. Parece tal vez el escenario de un espionaje nocturno en una noche loca.

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Fragmento del texto de Martí Peran para el catálogo Musa Museu